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En el siglo XIX, Mary Ann Bevan, una enfermera respetada del este de Londres, fue víctima de acromegalia, un trastorno que provoca deformidades faciales debido al exceso de hormona del crecimiento. Tras la muerte de su marido, tuvo que hacer frente a dificultades económicas como madre soltera. Desesperada, respondió a un anuncio de circo que buscaba a la “mujer más fea”. A pesar de su reticencia, el agente le aseguró 10 libras por semana y gastos de viaje para mantener a sus hijos.

Las fotos la etiquetaban como “la mujer más fea de la Tierra”, lo que atrajo la atención hacia el Dreamland Circus en Coney Island. El neurocirujano Harvey Cushing, al reconocer su condición, expresó su interés en estudiar su caso. Mary Ann soportó la vida del circo y ganó lo suficiente para enviar a sus hijos a Inglaterra para que recibieran una educación.

En el espectáculo, Cushing observó su difícil situación y destacó su acromegalia en una carta a la revista Time. A pesar de las dificultades, el sacrificio de Mary Ann por sus hijos siguió siendo notable. Falleció a los 59 años y fue enterrada en su tierra natal, Inglaterra. Su conmovedora historia trasciende su apariencia física y refleja el amor inquebrantable de una madre.