Historias amables que calientan el corazón

Cuando tienes que lidiar con discusiones con tu suegra y estrés en el trabajo, puede ser fácil perder la fe en la bondad. Pero a veces, el acto de compasión de un extraño puede recordarte que la bondad todavía existe. Me convertí en madre a los 17 años y, poco después, el padre de mi hijo y yo nos separamos. Sin el apoyo de mis padres, me costó llegar a fin de mes. Al final, me quedé sin comida y me encontré en una situación desesperada. Pedí ayuda a mis amigos, sosteniendo a mi hijo de un año en mis brazos, pero no pudieron ofrecerme ninguna ayuda.

Sintiéndome desesperanzada, caminé sin rumbo, con lágrimas corriendo por mi rostro. Fue entonces cuando un auto se detuvo a mi lado y un hombre me dijo: “Sube, te llevaré”. Al principio, dudé, pero estaba lloviendo y no tenía otro lugar a donde ir, así que acepté su oferta. Mientras conducíamos, le conté mis dificultades. El hombre escuchó atentamente y luego, para mi sorpresa, me dio $100. Ese dinero me permitió pagar la guardería y empezar a buscar trabajo. No nos hicimos ricos, pero su acto de bondad marcó una gran diferencia en mi vida. Ahora, 30 años después, mi hijo ya es mayor y a menudo pienso en la generosidad de ese hombre. Su simple acto de bondad me devolvió la fe y me ayudó a superar uno de los momentos más oscuros de mi vida.