Después de enterrar a su hija de ocho años, Lily, Ashley regresó a casa, sumida en el dolor.
Pero algo en su patio trasero le llamó la atención y la arrastró hacia un misterio inesperado.
El funeral había sido confuso. Todos ofrecieron sus condolencias, pero Ashley solo podía pensar en la ausencia de Lily.
Se sentía vacía, incapaz de procesar la vida sin su hija. Mientras estaba sentada en la entrada, temiendo el vacío de su casa, algo extraño apareció en su patio: una carpa grande y de colores brillantes, fuera de lugar y surrealista.
Confundida, se acercó. Cuanto más se acercaba, más real se volvía.
Con manos temblorosas, abrió la solapa y reveló un pequeño bulto en el interior. Su corazón se hundió al pensar en el frágil cuerpo de Lily.
Pero el bulto se movió y un cachorro de golden retriever se asomó, moviendo la cola.
Envuelto en una manta debajo del cachorro, Ashley encontró un sobre con la letra de Lily.
Entre lágrimas, leyó el último mensaje de Lily: una nota en la que le contaba a su madre que había dispuesto que la cachorra, Daisy, fuera su compañera y su consuelo. Ashley lloró más fuerte que nunca desde la muerte de Lily.
Incluso en sus últimos días, Lily había pensado en ella y le había dejado un regalo para ayudarla a superar el dolor.
La cachorra era más que una mascota: era un símbolo del amor de Lily, un recordatorio de que incluso en la muerte, el amor perdura.