Una historia amable que demuestra que…

Un día, mientras trabajaba en un restaurante de comida rápida, noté que una señora había dejado su bolso Louis Vuitton sobre una mesa. Después de esperar 20 minutos y darme cuenta de que no iba a volver, decidí llevar el bolso a objetos perdidos. No miré dentro, simplemente lo dejé allí y volví al trabajo. Pasó un mes y el bolso seguía sin ser reclamado. Mi gerente me preguntó casualmente: “Oye, ha pasado un mes… ¿quieres ese bolso?”. Lo pensé y dije que sí, así que fui a la parte de atrás para recuperarlo. Finalmente decidí abrirlo y me sorprendió encontrarlo vacío, excepto por una sola hoja de papel.

El papel era un recibo con un mensaje escrito a mano: “Para la chica que necesitaba un bolso nuevo durante las vacaciones”. Miré más de cerca el recibo y vi que el bolso había costado $1,700. Parecía que quienquiera que fuera la señora, tenía la intención de dejar este bolso para alguien que lo necesitaba más, un acto de bondad al azar planeado desde el principio.

Guardé cuidadosamente mis pertenencias en el bolso y me lo llevé a casa, sin revelar nada. Ese bolso se convirtió en algo más que un accesorio de moda; me ayudó a verme más arreglada en las entrevistas de trabajo y me hizo sentir un poco más segura. Todavía tengo el bolso hoy. Es un preciado recuerdo de aquellos días humildes en los que no tenía mucho. Más importante aún, me inspira a devolver esa generosidad y a ayudar a los demás siempre que puedo.