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Para muchos cocineros caseros, lavar el pollo crudo antes de cocinarlo es un hábito profundamente arraigado, que a menudo se transmite de generación en generación. Es un ritual que parece lógico: después de todo, lavar otros alimentos como frutas y verduras es una práctica habitual, así que ¿por qué no el pollo? Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han emitido recientemente un mensaje claro y contundente: ¡deja de lavar el pollo crudo! ¿El motivo? Lavar el pollo puede hacer más daño que bien. Veamos por qué esta práctica habitual en la cocina ahora se considera un gran no-no.

Cuando enjuagas el pollo crudo bajo el grifo, no solo estás lavando la suciedad de la superficie. Desafortunadamente, también estás propagando bacterias dañinas como Campylobacter, Salmonella y Clostridium perfringens por toda tu cocina. Estas bacterias son conocidas por causar enfermedades transmitidas por los alimentos y pueden transferirse fácilmente a otros alimentos, utensilios y superficies a través del efecto salpicado del agua. La advertencia de los CDC es simple: lavar el pollo no lo hace más seguro; hace que tu cocina sea más peligrosa. Uno de los problemas más importantes que presenta el lavado del pollo crudo es que las bacterias que lo componen son invisibles a simple vista. A diferencia de la suciedad o el polvo, estos microorganismos no se pueden ver, por lo que es imposible saber cuándo y dónde se han propagado. Incluso una minúscula gota de agua que contenga estas bacterias puede viajar lejos, contaminando las superficies cercanas y poniendo en riesgo tu salud. Es un peligro oculto que puede convertir tu cocina en un caldo de cultivo para las bacterias.